Piratas

martes, 29 de diciembre de 2009

Despierto sobre el frío suelo, estoy helado y tengo mucha sed. No se si gritar para pedir ayuda, quien quiera que me tenga retenido sabrá que estoy aquí, supongo que es inútil recordárselo. Del frío que tengo empiezo a tiritar, no puedo pensar con claridad, así que decido no pensar. Empiezo a tararear mentalmente una famosa canción pop de la década de los 90, eso me ayudará a alejarme de la celda en la que me encuentro. Se me ocurre hacer mi top 10 de canciones. Hago mi propia lista de canciones, son todas pop, el grupo mas destacado es sin duda Los Piratas, con dos canciones en el top ten.


De sopetón se abre la puerta. Debía estar tan abstraído con mi lista musical que no me he percatado que unos pasos se acercaban o quizá se hayan acercado sigilosamente, sin hacer ruido a propósito. Aparecen dos hombres, o por lo menos eso creo, llevan como escafandras y no estoy seguro de si son hombres o mujeres. Uno me apunta con un arma desde la puerta, el otro se aproxima sin interponerse en la línea de tiro, saca una jerguilla y me dice que me esté quieto. Tiene voz masculina. Yo entre lo débil que me encuentro, el frío y la impotencia que siento, no hago nada, me dejo inyectar.

De nuevo un calor me recorre al brazo y al llegar al cuello pierdo la consciencia. Los Piratas, sin duda alguna ese era mi grupo favorito.

Hace unos días

lunes, 28 de diciembre de 2009

Hace unos días estaba en la casa de campo y decidí ir a explorar el cuartel militar que sabía que estaba cerca.
Me hice un pequeño petate con una bolsa de deporte de propaganda que había en un armario. Un poco de comida envuelta en un pañuelo grande, una botella de plástico llena de agua y un suéter de lana que me estaba grande. Mis días en este nuevo mundo me han enseñado que tengo que estar preparado para todo.

Cogí el hacha y el petate y junto con Rina fui a explorar el cuartel. En menos de hora y media caminando a un buen ritmo me plante a unos 500 metros del éste, durante ese periodo de tiempo no me crucé con nadie, solo campos, chalets y casas de campo cerradas a calicanto.

Estudié el cuartel a lo lejos, el muro con la alambrada parecía intacto, la puerta principal estaba reforzada con sacos de arena y muchas mas alambradas. A ambos lados de la puerta habían nidos de ametralladoras en lo alto, pero no parecía haber nadie. Tampoco había señal de que los zombis hubieran podido entrar en el recinto.

Me acerqué con cautela, utilicé el pañuelo de envolver la comida como bandera atado al hacha y la iba agitando de un lado a otro, por si había alguien que no me confundiera con una de esas criatura. Rina permanecía a mi lado todo el tiempo, alerta, ella también había aprendido a desconfiar.

Me planté delante de la puerta, había restos de manchas de sangre reseca en el asfalto, pero ni rastro de cuerpos ni de casquillos de bala, tampoco había nadie en los nidos de ametralladora, aparentemente estaba desierto. Una sensación extraña me invadía, había algo raro en todo aquello, sin gente, pero también sin zombis, sin cuerpos, sin vehículos cruzados en la carretera parecía todo tan extrañamente ordenado y hasta limpio.

Empleé los sacos para construir una escalera y poder saltar el muro y la alambrada. Rina pululaba a mi alrededor nerviosa, pero por mas que yo prestaba atención a todas partes no conseguía divisar ningún movimiento.

Una vez en lo alto del muro cuando llamaba a Rina para que me siguiera, note un impacto en la espalda, como si un gran aguijón de hubiera atravesado, un calor me recorrió desde el omóplato hacia el cuello y ya está, no recuerdo nada mas.

Supongo que debí caer desde el muro y me golpeé en la cabeza, de ahí el chichón ensangrentado. Me toco el lugar donde sentí el dolor del aguijón y noto como si me hubieran pinchado con una jeringuilla, debieron dispararme con un dardo tranquilizante. ¿Pero quien? ¿Y porque me retienen como a un preso?

Estoy agotado, exhausto, me tumbo y al poco me invade un profundo sueño, no quiero dormir, pero no puedo luchar contra el, así que me quedo dormido profundamente.

Frío

martes, 8 de diciembre de 2009

Me despierto, estoy tumbado en el suelo, tengo mucho frío, abro los ojos despacio, no hay mucha luz y me cuesta ver las cosas con nitidez.

Me duele mucho la cabeza, sobre todo en la parte trasera. Palpo la superficie con la mano, - ¡¡Ayyyy!! - tengo un enorme chichón con sangre reseca en el pelo. Me incorporo un poco y me entran nauseas, pero no vomito. Apoyo la espalda contra la pared.

No se donde estoy ni como he llegado aquí. No se oye apenas nada a mi alrededor, sólo el goteo como de un grifo abierto. Hace frío y hay mucha humedad. Empiezo a ver con mas nitidez. Me encuentro como en una especie ¿de celda?. Si, es como una celda, pero vacía, sin luz, sin cama, sin nada. Sólo hay una desnuda puerta sin picaporte.

¿Cómo habré llegado aquí? Intento hacer memoria. Hace unos días estaba con Rina en la casa de campo a punto de ... ¡Rina! ¡No está conmigo! ¿Donde estará?. Bueno, tengo que recordar. Hace unos días estaba en la casa de campo y decidí ir a explorar el cuartel militar que sabía que estaba cerca...

El pasillo

domingo, 15 de noviembre de 2009

Estoy en un pasillo, hay un fuerte olor a humedad como el de una cueva, pero es un olor que se mezcla con otro olor conocido, como ese que hay en los hospitales. Se que no es un hospital, aunque se que en las habitaciones que hay en ambos lados del pasillo hay enfermos, al menos uno por habitación. Las habitaciones tienen todas un número, delante de cada número hay una letra, la S, y después de cada número hay otra letra. La letra posterior puede ser de tres colores, verde, roja o amarilla, como en los semáforos. Las puertas de las habitaciones son de metal y todas están cerradas por un gran pestillo por fuera. El pasillo se prolonga haciendo una curva a la derecha hasta que se pierde de vista. Está iluminado con tubos de neón, no hay ventanas, solo puertas a ambos lados y la hilera de tubos de neón que recorre en techo partiéndolo en dos mitades exactas.

Yo no estoy enfermo, eso también lo se. Se que tengo que avanzar por el pasillo. Se que al final del pasillo encontraré la respuesta a todo lo que está pasando.

Comienzo a caminar, sólo se escucha el ruido de mis pasos, tengo que darme prisa, no se exactamente porque, pero tengo que darme prisa. Empiezo a correr, cada vez mas rápido, el pasillo es todo el rato igual, no varía, empiezo a dudar de que tenga final. De repente empiezan a abrirse las puertas, ya no hay cerrojos, y empiezan a salir zombis por todas partes, intento correr mas rápido, pero acaban atrapándome.

Me despierto entre sudores, era un sueño tan real, aun tengo metido en la nariz el olor de ese maldito pasillo. No se que hora es, pero es de noche. Me tumbo boca abajo e intento conciliar el sueño de nuevo.

Reconocimiento II

domingo, 8 de noviembre de 2009

El zombi intenta atrapar a Rina, se lanza y queda a cuatro patas, pero Rina es mas rápida que el y lo esquiva. La horrible criatura no se percata de que yo estoy apunto de atacarle, le doy una fuerte patada con el talón entre la cabeza y el hombro, el golpe es brutal, he empleado todas mis fuerzas. La criatura queda tendida, boca arriba, como si estuviera pensando en lo que acaba de suceder. Sin dejar pasar un instante, sin pensar, sin piedad, descargo el hacha sobre su cabeza y la clavo profundamente.

La criatura ya no se mueve. Ha sido realmente fácil. Me sorprendo a mi mismo de lo sencillo que es acabar con el sufrimiento de uno de estos bichos.

Noto una extraña sensación de poder en mi interior, como que ya no he de temer tanto a estas criaturas, como si pudiera deshacerme de ellas con facilidad. Ya maté una en la huida, o eso creo, pero fue tan rápido que sólo sentí el temor de que me atraparan.

Rina se acerca a mi, le acaricio el cuello, estoy en cuclillas al lado del cadáver. Rina ya está tranquila. Me quedo observando el rostro del zombi, no había visto a uno tan de cerca detenidamente. Tiene los labios agrietados y amoratados, la tez un tanto amarillenta, como si tuviera problemas de hígado y los ojos inyectados en sangre. A parte de su rostro desfigurado se observan manchas de sangre en su ropa, no se si realmente son suyas. Las manos las tiene sucias, con diversas heridas y sangre reseca. Me pregunto a que se dedicaría este hombre antes de transformarse, es difícil establecer su edad, pero no creo que fuera mucho mas mayor que yo. Pobre desgraciado.

Es hora de volver a casa y descansar, lavarse, comer algo, dormir y proseguir mi camino. Mañana me dirigiré al cuartel militar que está en una población no muy alejada de la casa en la que encontré a Rina.

- Vamos. - Le espeto a Rina
- Mañana iremos al cuartel, pero me tienes que hacer mas caso, que hoy me has dado un susto de muerte.

Mañana espero tener algo de suerte en ese cuartel.

Reconocimiento

domingo, 1 de noviembre de 2009

En un cajón de un mueble del recibidor encuentro un juego de llaves de la casa. Voy hacia la verja de entrada, Rina me sigue. Pruebo algunas de las llaves y consigo abrir. Vuelvo a cerrar con llave.

Empiezo a recorrer la zona, con cuidado, observando si hay algo de vida, algo que me indique que hay mas gente como yo. Vigilo también que no me sorprenda ningún zombi.

Me acerco a un chalet, doy con el hacha en la puerta y grito un saludo. Nadie me contesta. Repito esto mismo en varios chalets y casas de campo. No obtengo respuesta. Tampoco se ven coches dentro de los chalets.

Rina empieza ladrar, le digo que se tranquilice, pero está muy nerviosa. Me doy cuenta de porqué ladra, hay una de esas criaturas que se está acercando por nuestra espalda. Viene sola. Mejor será salir corriendo. Pero Rina va a por ella y se le pone a ladrar a un par de metros, nerviosa. No Rina, no te acerques. El zombi intenta morderla.

No puedo permitirlo, me lanzo en carrera con el hacha agarrada con todas mis fuerzas.

Rina

domingo, 25 de octubre de 2009

Despierto por fin, esta vez no he soñado,o por lo menos no recuerdo haberlo hecho.
Me levanto y Estrella se me acerca meneando el rabo, salgo al salón, hace un poco de frío, normal para esta época del año. Estrella se acerca a la puerta. Quiere salir al jardín.

-Espera impaciente, ahora te abro.

Vuelvo al dormitorio, me visto con la misma ropa llena de polvo con la que llegué ayer. Cojo el hacha y me dispongo a abrir la puerta con suma cautela. Al abrir Estrella sale disparada y se pone a mear junto a un limonero. No hay señales de peligro, se oye el canto de los pájaros y hace un día precioso, un día tan bonito que parece mentira que el mundo entero esté lleno de zombis hambrientos.

- ¿Estrella, tienes hambre? Vamos a desayunar.

Estrella me acompaña dentro de la casa. Cierro la puerta de nuevo, me da mas tranquilidad, aunque la casa está rodeada por una valla. Abro la despensa, hay Nestcafé y magdalenas en una bolsa. Pienso que es una suerte poder desayunar como es debido. Abro el grifo y caliento agua en un cazo, por lo que pesa la bombona voy a a tener fuego para muchos días. Estrella sigue todos mis movimientos con la cabeza. Me pongo el vaso hasta arriba de agua bien caliente y le echo Nestcafé y azúcar. Empiezo a mojar magdalenas.

- Bueno Estrella, la verdad es que no me gusta mucho tu nombre. ¿Que te parece si te rebautizo?
- Te voy a poner Rina - Me mira, parece que hasta me entiende.
- Para celebrar tu nueva identidad toma este trocito de magdalena. No te acostumbres que no vamos sobrados de comida y tu tienes casi dos sacos de la tuya.
- ¿Y ahora que vamos a hacer? No te preocupes, no te voy a abandonar, eres mi única amiga.
- Deberíamos ir a buscar mas gente, seguro que tiene que haber algún grupo organizado, pero eso ya lo haremos mañana, hoy vamos a asegurar la zona y ver lo que tenemos alrededor.
- Rina, no me mires así, ya te he dicho que no te iba a dar mas magdalena. Bueno toma otro trocito.

Cuando todo va mal llega un momento que se toca fondo. Una vez se está en el fondo, solo se puede nadar hacia la superficie, no hay otro camino, no se puede ir a peor. Ahora voy a nadar con todas mis fuerzas hacia arriba, para salir y sobrevivir. Rina estará conmigo.

Sueño

miércoles, 21 de octubre de 2009

Me despierto y estoy abrazado a ella, me arrimo mas si cabe y la abrazo con fuerza. Pienso, que es una suerte poder despertarme cada mañana a su lado. Acerco mi cara a su pelo e inspiro, me encanta como huele cuando está durmiendo.

Cierro los ojos y noto su cuerpo al lado del mío, su calidez, su suavidad. Me quedo así, sin moverme durante un rato, acompasando nuestras respiraciones.

- Buenos días princesa - le susurro al oído.
- Mmmmmm
- Despierta dormilona.
- Mmmmmm
- Mira que te gusta dormir, venga, me levanto y preparo el desayuno. ¿Vale?
- Vale, pero primero dame un beso - Contesta

La beso y la abrazo con fuerza, como si tuviera que aprovechar cada segundo a su lado.

Me levanto y voy a la cocina. Pongo dos rebanadas de pan en la tostadora, preparo café, té y pongo en la mesa de la cocina mermelada y mantequilla President, que es la que mas le gusta a ella.

- Venga, levanta - Le grito desde la cocina - Que tenemos que ir a comprar.
- Yo no puedo ir a comprar- me dice
- ¿Por que?
- Ellos no me dejan
- ¿Ellos? ¿Quienes son ellos?
- Pues ellos, ya sabes quienes.
- No digas tonterías, aquí estamos solos. ¡va levanta y vente!
- No, ya no puedo, ellos ya están aquí.
- ¿Pero quienes?
- Los zombis, son los zombis los que no me dejan.

Me doy cuenta de que está en peligro y voy corriendo hacia el dormitorio, pero ya no estoy en casa, no puedo encontrarla, no se donde está, no se donde estoy.

- ¡Donde estás, no te veo ! - Grito con fuerza.
- No te preocupes por mi, sigue adelante, pero estarás solo.
- ¡No, no me dejes, no te vayas!
- No pasa nada, no tengas miedo, tu eres fuerte. Y sobre todo no llores, nunca me ha gustado verte llorar.

Me despierto sobresaltado, llorando. Me acuerdo tanto de ella.
Me enjugo las lágrimas, a ella no le gustaría verme así.

Estrella se acerca y lame una mano. Sonrío.

-Ahora te tengo a ti, ¿Eh bonita?

Me relajo y vuelvo a dormir. Me acuerdo tanto de ella.

Estrella

sábado, 17 de octubre de 2009

Sigo caminando durante mas o menos media hora por la autovía. Salgo por un desvío que va a una población cercana, pero en vez de ir por el pueblo, lo rodeo por los campos de naranjos circundantes. Es una pena que sea demasiado pronto para ver naranjas en los árboles.

Continúo entre campos y carreteras comarcales. Sigo atento a lo que pueda pasar, pero recapacito sobre los últimos acontecimientos que he vivido. Los soldados me dijeron que ya no había ningún órgano de gobierno ni ley, supongo que estarían diciendo la verdad, no tiene sentido que me hayan mentido. Ahora que ya me he calmado un poco ya no me da tanta rabia que no quisieran hacerse cargo de mi, supongo que como el mundo se ha acabado, cada cual ha de cuidar de si mismo y cada cual ha de tener sus propias metas y preocupaciones. Por un momento creí que las cosas volverían a ser como antes, de algún modo claro, pero ahora estoy convencido de que sólo me tengo a mi mismo y este nuevo mundo no va a tener piedad conmigo.

Por fin llego a un camino que conozco, tampoco es que me haya costado mucho, mas o menos siempre he sabido por donde estaba gracias a mi afición dominguera de la bici. Dentro de poco empezaré a ver chalets y casas de campo, tendré que elegir una y comprobar primero si hay gente o zombis y luego conseguir algo de comida y agua.

Llego a la primera de las casas de campo, la verdad es que esta es igual de buena para probar que cualquier otra y además ya estoy cansado. Todas las emociones del día y mi carrera matutina me están pasando factura.

Echo un vistazo y no veo nada, pego un grito.

- ¡Hay alguien!
- ¡Podrían ayudarme!

No recibo respuesta, así que salto la valla que rodea la finca. La finca consiste en una casa antigua de campo, pintada en su totalidad de blanco. Las ventanas tienen rejas y la puerta principal es de esas grandes de madera que había antes, como si en algún momento se hubiese empleado para guardar carromatos. Rodeando el camino que llega a la casa hay multitud de árboles frutales, manzanos, limoneros con limones, perales, alguna higuera. Sigo avanzando hacia la casa.

- Hola. ¿Hay alguien? - Vuelvo a gritar.

No obtengo respuesta, así que sigo avanzando con cautela.

De repente oigo un ruido detrás mío. Me giro rápidamente y para mi sorpresa no es ni una persona ni un zombi. Es un perro. Me mira amenazante. Solo me falta que me persiga hoy un perro. Es una especie de pastor alemán, pero de esos que están cruzados con a saber que otra raza.

- Hola bonito. ¿No nos vamos a llevar mal verdad?

El perro me mira agacha las orejas y mueve el rabo ligeramente.

- Ven aquí - le digo y me pongo en cuclillas.

El perro se acerca, alargo la mano y le acaricio detrás de las orejas y por debajo del cuello. En seguida se tumba y se abre de piernas.

¡Anda, pero si no eres un perro! Si eres una perrita. ¿Y como te llamas?

Miro el collar, se llama Estrella. Que nombre mas feo.

- Bueno Estrella, ¿estás sola o están tus dueños por aquí? Vamos a ver si encontramos algo de comer.

Sigo caminando, Estrella me acompaña. Está muy delgada, quizá si es una casa que se emplea solo los fines de semana lleva mucho tiempo sola, sin comer.

La casa es de dos alturas, con una terraza en el primer piso. Las ventanas de la planta baja tienen todas rejas, las del primer piso no, pero están cerradas con contraventanas de madera. Rodeo la casa. Detrás hay una especia de paellero y una caseta, me acerco. Estrella me sigue. Al lado del paellero está la caseta de Estrella, y dentro del paellero un comedero de esos que depositan comida durante varios días a los animales. El comedero está totalmente vacío. Estrella tiene pinte de tener mas hambre que yo.

- A ver Estrella si encontramos algo que comer.

Me acerco a la caseta y veo que tiene una puerta sin llave. La abro son sigilo, es pequeña, dentro me encuentro el típico trastero con botes de pintura, algunas cosas viejas y por suerte para Estrella dos paquetes gigantes de comida para perros.

- Estrella, has tenido suerte.

Estrella me mira como entendiendo lo que le digo y me ladra impaciente. Cojo uno de los paquetes, el que está abierto, y le pongo un poco en el comedero. No le echo mucho, que si no le sentará mal. En seguida se abalanza y se pone a comer ignorándome. Me fijo en el bebedero y lo tiene seco, seguramente haya bebido de algún otro lugar de la finca. En el paellero hay un grifo, lo abro y para mi sorpresa sale agua clara, me fijo y en lo alto de la casa hay dos grandes depósitos de agua, típico de las casas de campo. No me extrañaría que tuviera hasta un pozo o un algibe.

Bebo agua, tenía tanta sed. Cojo el pocillo del agua de Estrella y lo lleno. Ella también bebe. Supongo que la casa está dehabitada desde la catástrofe, sino Estrella tendría comida. Ahora lo que tengo que encontrar es comida para mi. Vuelvo a la caseta y me pongo a rebuscar. Al fondo hay un arcón, lo abro y bingo! Un mazo, un hacha de mano, una hacha mas grande, una sierra, destornilladores, martillo, azada, herramientas del campo, etc...

Cojo el hacha de mano y el mazo y me dirijo hacia la casa. El hacha es mucha mejor arma que mi lanza casera. Si subo por una de las rejas podré alcanzar la terraza superior y por ahí me será mas fácil entrar que por la puerta principal.

Subo con cuidado. Estralla me ladra como diciendo - cuidado que te vas a caer-

-Tranquila que no me caigo.

Llego a la terraza sin dificultad. Introduzco el filo del hacha entre las contraventanas de y hago palanca, la madera cede y veo la ventana. Rompo uno de los cristales de la parte de abajo a la ventana con el mazo, retiro bien los cristales y meto el brazo para abrir la ventana.

Me cuelo dentro de la casa, la única luz que ilumina el interior proviene de la ventana que he abierto. Voy con cuidado, no quiero sorpresas, poco a poco avanzo por las habitaciones y voy abriendo las ventanas para que la casa se ilumine. Como me imaginaba no hay nadie. Bajo al piso inferior y repito el proceso, no sin pasar un poco de miedo. Finalmente abro la puerta principal, donde me espera Estrella.

- Me alegra verte, ven pasa, que voy a cerrar- . Estrella me sigue. Me vuelvo a asegurar de que efectivamente no hay nadie. Miro dentro de armarios, bajo las camas, detrás de las cortinas.

En la casa hay de todo, hay agua corriente, hay comida de sobra en la despensa, hay gas butano con el que podré cocinar. En las habitaciones hay ropa de cama y ropa también en los armarios. Estoy muy cansado, así que como un poco de pan tostado con un trozo de queso, bebo agua y me dirijo a una de las camas.

- ¡Estrella ven! - Me sigue, cierro la puerta con pestillo, de todos modos me he asegurado de que todo está bien cerrado. Dejo el hacha y el mazo en la mesita de noche. Me meto en la cama e intento dormir. Estoy muy cansado.

Caigo rendido casi al instante. Estrella velará mi sueño.

Fin

lunes, 12 de octubre de 2009

Estoy de rodillas esperando el fin. Un gran estruendo. Algo me sacude y me tira al suelo. Siento un dolor agudo en el hombro. Los oídos me duelen y me pitan. ¿Ya está? ¿Estoy muerto? ¿Me he convertido en uno de ellos?

Estoy aturdido, pero no estoy muerto, estoy pensando. Abro los ojos, me medio incorporo y me giro. Mis perseguidores se encuentran también en el suelo, aturdidos. Los oídos no me paran de pitar. Tengo a uno de los zombis apenas a dos metros y se está incorporando. Intento averiguar que ha pasado, mas allá, donde se encontraba el grueso del pelotón de zombis hay una inmensa columna de humo, y lo que parecen ser los restos de un camión cisterna en llamas.

¿Pero que ha pasado? ¿Un milagro? Las cosas no explotan de repente. Puede que sea una señal. Una señal para que no me rinda. Nunca he creído en los milagros, pero sin duda este es uno.

Sin darme cuenta el zombi que estaba mas cerca se ha levantado y se abalanza sobre mi. Me quedo quieto, siento terror, estoy como paralizado. De repente le estalla la cabeza. ¿Pero que pasa aquí? Parece como si le hubieran disparado, me giro y miro el horizonte, pero no veo nada.

Da lo mismo. No hace falta encontrar una explicación. Me levanto, tengo los músculos entumecidos, los oídos me siguen pitando, como puedo empiezo a correr, hay algunos zombis mas que se están recuperando de la explosión.

Mas disparos, abaten a otro bicho, ahora he visto el fuego del fusil, viene de unos arbustos que se encuentra en una especie de colina que da a una urbanización de esas de fincas que hay a las afueras de la ciudad. Corro hacia ellos. Mas disparos. Están acabando con los malditos zombi-atletas. ¡Estoy salvado! El ejército, la policía o quien sea sigue viva. Ya sabía yo que no podía ser tan catastrófico. Seguro que hay zonas seguras. Pequeños reductos, quizá cuarteles militares, que están mas preparados para defenderse.

Estoy llegando a la colina, me duele mucho el hombro, me toco, tengo un poco de sangre, algún objeto que se desprendió de la explosión debió golpearme a forma de metralla, da lo mismo, dentro de poco podré ver a un médico y hablar con mas gente.

Estoy a pocos metros del arbusto, un soldado se levante y me apunta con su fusil, me dice algo pero me cuesta escuchar lo que dice.

- No oigo bien. La explosión me ha dejado un poco sordo- Le chillo
- No te acerques
- ¡Pero, me tienen que ayudar!
- Ya te hemos ayudado, te hemos quitado de encima a un montón de zombis.
- Pero ahora que hago ¿Donde está la base?
- ¿Que base?
- Bueno, no se, como se llame donde esté el ejército, el gobierno, los médicos.
- Lo siento chaval, no hay base, ni gobierno ni nada. Lo que queda de ejército está disperso, nosotros estamos cumpliendo la última misión que nos ordenaron.
- Y que os ordenaron, ¿pasar de los civiles?
- Lo que nos ordenaron a ti no te importa, ya te hemos salvado el pellejo, deberías estar agradecido.
- ¿Pero donde voy?¿Que hago?
- Eso no es nuestro problema, puedes intentar llegar al cuartel que está a pocos kilómetros, pero perdimos la comunicación hace días, estaban siendo atacados.
Sea como sea con nosotros no te puedes quedar, prueba suerte por ahí. Y aléjate de las ciudades, ya has visto que están infestadas de esos mal nacidos.
- Bueno, pues me piro. Que os den.
- ¡De nada!

Serán mamones, ojalá se los coman los zombis. Putos militares. Da lo mismo, por lo menos sigo con vida y ya no tengo a una legión de zombis detrás mío. Estoy cansado, me duele el hombro, la cabeza, los oídos también pero menos, empieza a remitir un poco el dolor. Será mejor que busque un sitio para descansar.

Continúo andando por la autovía, dentro de poco llegaré a zonas con urbanizaciones y zonas de chalets dispersos. Conozco una zona donde hay chalets alejados unos de otros, solía ir por allí de ruta con la bici los fines de semana. Supongo que es mejor que busque refugio en uno de esos chalets, en un par de horas andando estaré allí.

Tengo sed, hambre y estoy cansado. Pero sigo vivo.

Tres segundos

Cuando las cosas desaparecen son cuando las echas de menos. Añoro el poder tomar una cerveza con los amigos y discutir sobre motos, fútbol o política. Añoro el dormir abrazándome a mi novia, acompasando nuestras respiraciones. Añoro el pasear por la ciudad, repleta de gente, cada uno con sus prisas y sus preocupaciones. Incluso añoro el tener que madrugar para tener que atender las obligaciones del día a día. Dentro de poco dejaré de sentir añoranza, todo habrá acabado.

De repente me acuerdo de mi perra, que murió hace años, me gustaría estar tumbado en el suelo rascándole la barriga y bajarla a la calle a dar una vuelta. Se ponía como loca cuando escuchaba el ruido de la cadena que indicaba que íbamos a la calle. Siempre me han gustado los perros, pero desde que murió hace ya seis o siete años no he tenido otro. Un animal supone mucha responsabilidad y requiere también mucho tiempo, pero también da muchas alegrías. Tenía que haber ido a la perrera y adoptar uno o una. Si fuera perro lo llamaría Sprocket, como el perro que salía en los Fraguels, si fuera perra la llamaría Rina, Rina Invers.

Oigo los pasos a la carrera de los zombis que vienen a por mí, parece como si estuvieran retrasando el momento de cogerme para hacerme sufrir, el tiempo pasa muy despacio, ya tengo ganas de que acabe todo.

Sin aliento.

domingo, 11 de octubre de 2009

Los zombis se agolpan contra la valla, algunos de ellos empiezan a rodearla para intentar penetrar al recinto, sino hago algo rápidamente voy a quedar atrapado.

Cojo uno de los bidones de bici y bebo agua, cierro los ojos durante unos pocos segundos y respiro profundamente.

No tengo otra salida, he de seguir corriendo. Me he dado cuenta de que no son demasiado hábiles, si consigo meterme por sitios difíciles quizá les pueda despistar.

Corro por las gradas del estadio hacia el otro extremo. Al otro lado la zona parece despejada. Me apresuro y bajo por las escaleras. Estoy de nuevo frente a a la valla, hay una pila de bloques pegados a ésta, subo por ellos y compruebo que no hay ninguno de esos bichos cerca. Perfecto, me descuelgo con cuidado, no quiero torcerme un pié, me vuelvo a ajustar las correas de la mochila. Empiezo a correr a un ritmo que me permita aguantar, aun así las pulsaciones las tengo por las nubes.

Cuando apenas llevo unos trescientos metros oigo unos alaridos, esos bastardos me han localizado. Vuelve a empezar la cacería.

No estoy lejos de la salida de la ciudad, corro por una avenida de cinco carriles que está repleta de vehículos, deben de ser alrededor de la nueve de la mañana pero ya empieza a hacer calor, avanzo entre los cientos de coches abandonados, algunos accidentados. Tubo que ser horrible quedarse aquí atrapado, intentando huir a la desesperada de la ciudad.

Esto no va bien, poco a poco los zombiatletas me comen el terreno. Son un grupo de veinte o treinta, luego les sigue el pelotón, deben de ser cientos o por lo menos a mi me lo parece.

Tengo mucho calor, la mochila me estorba, me está retrasando y de nada me va a servir si me alcanzan, aflojo las correas y la tiro a un lado, acelero el ritmo, es mi única posibilidad.

Llevaré corriendo desde que salí de casa cerca de una hora y a un ritmo mas fuerte de lo que tenía pensado, se que no voy a poder aguantar mucho mas, empiezo a desmoralizarme.

Pienso por primera vez en la posibilidad de morir. Si muero todo se acabará, estoy empezando a estar muy cansado. La distancia entre el primer grupo de zombis se ha reducido demasiado, los tengo a penas a 50 metros. Oigo sus respiraciones demasiado cerca. Tengo miedo y el desánimo se apodera de mi. Empiezo a tener la certeza de que voy a morir, no se si me convertiré en uno de ellos o si me devorarán hasta que no quede nada de mi.

Salgo de la ciudad y enfilo la autovía, tanto los carriles de entrada y salida están colapsados, se ven vehículos de policía y del ejército por doquier, también hay restos de coches quemados.

Me estoy quedando sin fuerzas, no puedo continuar mas, no puedo respirar mas rápido, no puedo seguir. Me rindo. Me paro y me dejo caer al suelo, en pocos segundos todo va a acabar. No se si tengo miedo, estoy demasiado cansado para saberlo.

Cierro los ojos. No quiero ver como me alcanzan.

Corre Anisakis, Corre!

viernes, 9 de octubre de 2009

Empiezo a correr. Saco la lanza de mi espalda y la agarro con fuerza con la mano derecha, por si tengo que usarla. Detrás de mi se escucha un ruido de gemidos y alaridos que se mezclan con el ruido de la multitud corriendo que me persigue.

Me giro mientras corro para ver que ventaja les llevo, no es mucha, pero por ahora se mantiene, excepto por un par de zombis que van un poco por delante, parece que esos bichos están en forma. ¡Joder! Ese par de zombis me van a alcanzar. Tengo que aumentar el ritmo.

Por mi cabeza pasan mil pensamientos, la mayoría tonterías. Si hubiera olimpiadas de zombis esos cabrones seguro que se llevaban el oro. A lo mejor existen los zombis atletas. Igual es un buen negocio el Zombiaquarios. Sonrío. Estoy idiota, me estoy jugando la vida y sólo se me ocurren chorradas. Supongo que son los nervios.

Me giro de nuevo, parece una carrera popular, al pelotón le estoy aumentando la ventaja, pero al grupo de zombi-atletas, les sigue otro grupo mas numeroso de otros diez zombi-atletas y esos también me siguen el ritmo. ¿Cuando se cansarán esos cabrones? ¿Aguantarán mas que yo?

Sigo corriendo por la avenida. Voy a girar por una calle, ellos son muchos y eso les frenará. Me meto por una bocacalle, conozco la ciudad, se por donde voy. La calle está llena de coches, los esquivo con habilidad. ¡Bien!, lo de esquivar coches parece que les frena un poco.

¡Joder! Me vienen dos de cara, tengo que esquivarlos, pero no tengo ni espacio, ni tiempo. Cojo la lanza con mas fuerza. Los zombis avanzan entre los coches, uno por la derecha y otro por la izquierda. Voy por la izquierda, ese zombi parece mas gordo y lento. Al acercarme me doy cuenta de que no tiene cuero cabelludo, se le ve el cráneo con sangre reseca. Lo tengo justo delante, le clavo la lanza y lo desplazo a un lado, ensartándolo contra la chapa metálica del coche, paso justo entre él y otro coche parado. ¡Joder! la lanza se ha atascado y el bicho alarga las manos intentando alcanzarme. Dejo la lanza y al pincho de zombi, no puedo perder tiempo recuperando mi arma, los zombi-atletas me han comido terreno con el enfrentamiento.

Sigo corriendo, jadeo, voy demasiado revolucionado, a este ritmo no puedo aguantar muchos kilómetros. Salgo a otra avenida, voy corriendo, entre los coches, no me voy a meter en mas calles estrechas. Esto no pinta bien, no pensaba que me iba a encontrar con tantos bichos. Tengo que pensar algo y rápido.

A lo lejos veo el nuevo estadio que está en obras, lo rodea una valla de dos metros de alto, tengo que llegar y saltar, allí podré recuperar el aliento y pensar que hago, acelero al ritmo, esos putos z-atletas son buenos, muy buenos!!

Llego a la valla metálica, de un salto me agarro y me meto dentro. Me he hecho daño en las manos, la valla metálica me ha hecho un pequeño corte. Oigo como van llegando y golpeando la valla, no paran de gritar y gemir. Es horrible. Me adentro en el estadio, subo por las gradas en construcción y miro hacia la calle. ¡Dios mio, están aquí todos los zombis del mundo!

Tengo que pensar algo, piensa Anisakis, ¡Piensa!

La huída

domingo, 4 de octubre de 2009

No he podido dormir mucho, estoy entre muerto de miedo y emocionado como un niño la mañana de reyes.

Me lavo la cara. Desayuno un par de barritas de cereales. Me visto. Lleno con la poca agua que me queda los bidones de bici y los coloco en la mochila. Me pongo el cinturón y me enfundo el cuchillo de cocina. Me pongo y ajusto la mochila. Coloco la lanza casera entre la mochila y mi espalda. Ato las dos cuerdas auxiliares a las correas de la mochila.

Bueno, ha llegado el momento. Respiro hondo. Permanezco unos segundos parado, hay un silencio ensordecedor, ya estoy sudando. Parece que no me puede mover, estoy como en trance. Respiro hondo de nuevo, aprieto los puños, se que me puedo mover y es absurdo que permanezca mas tiempo aquí de pié parado.

Lanzo la cuerda por el balcón, saco una pierna por la barandilla y agarro con fuerza la cuerda, estoy seguro de que aguantará mi peso y el de la mochila. Saco la otra pierna y apoyo ambos pies contra la fachada. Empiezo a descender. El descenso es sencillo, estoy en forma y la adrenalina hace el resto, tengo las pulsaciones disparadas.

Llego al patio interior, echo un vistazo, sigo sin ver ningún movimiento en ninguno de los pisos de mi finca, de todos modos permanezco alerta. Desde arriba examino cuidadosamente el solar al que voy a bajar a continuación, no se ve nada extraño, solo malas hierbas y tablas de esas que usan en las obras. Ato una de las cuerdas auxiliares a una torre de refrigeración del restaurante que hay bajo el patio y empiezo a descender al solar.

Silencio. Sigo sin escuchar ni tan siquiera el canto de los pájaros. Avanzo por el solar, con cautela. Apoyo varias tablas contra la tapia para poder subir sin problemas. Subo y asomo solo la cabeza a la calle, hace un mes que no la veo. No veo nada extraño, además de suciedad y papeles por las aceras. Dos coches permanecen en medio de la calle como si estuvieran esperando a que el semáforo se pusiese en verde. Permanezco así observando la calle durante unos minutos, sin moverme, afinando al vista y el oído. Parece una ciudad desierta.

Ato la última de las cuerdas a un hierro de obra que sobresale de la tapia, lo lanzo a la calle. Realmente podría descolgarme y saltar, pero luego no podría volver a subir la pared. Es mi única vía de retorno al solar.

Vuelvo a respirar profundamente y comienzo a bajar a la calle. Miro a un lado y a otro, instintivamente compruebo que llevo la lanza. Comienzo a andar hacia la avenida, quiero evitar las calles estrechas. Llevo ya andados cien metros y la ciudad sigue desierta, como un gran mausoleo abandonado. Sigo andando, sin llamar la atención, como si alguien me estuviese vigilando.

De repente, al otro lado de la avenida detecto movimiento, miro disimuladamente, es una de esas criaturas, estoy seguro. Sigo andando, pero aligero un poco el paso. La criatura ha empezado a andar en mi dirección. Un momento, no es una, son dos, no se de donde ha salido la otra. El corazón me va a mil. Tengo ganas de empezar a correr ya, pero cuanto mas tarde empiece mejor.

De un patio que está en la misma acera sale otra criatura, anda despacio, yo me desplazo hacia el centro de la avenida, avanzo entre los coches que están parados, algunos de ellos con las puertas abiertas. Me giro disimuladamente, ya tengo a cinco criaturas donde antes habían dos y otra que se ha unido a la que ha salido del patio. Por ahora ellas no corren, yo tampoco.

Llevo unos ochocientos metros andados y estoy llegando a un cruce entre avenidas.

No. No puede ser, no puede ser cierto lo que ven mis ojos, en una salida te túnel que da hacía la avenida hay cientos de esas criaturas, aun no me ha dado tiempo de ver ninguna de cerca, pero ya se que son repugnantes. Estoy temblando de miedo, sigo andando. De repente una de las criaturas pega un grito ensordecedor y me señala. Yo me paro y me quedo mirándolas, las que me seguían también se detienen. Pasan un par de segundos que parecen una eternidad, la criatura que me ha señalado empieza a correr hacia mi como poseída, le siguen todas y quiero decir TODAS.

Me giro y empiezo a correr.

Día 29 - La última cena.

Hoy es mi último día en esta casa, mañana al amanecer comenzaré mi huida y ya no habrá marcha atrás.

Para la ocasión he reservado los mas suculentos manjares que había en la despensa.

El menú se compone de jamón de lata a la plancha (la plancha la he calentado con velas de Ikea) cubierto de foei gras la Piara tapa negra. Para el centro una ensalada de tomates enteros de lata, aceitunas negras también de lata y aceite de oliva. Y para finalizar un elaborado postre de melocotón en almíbar de lata. Sin duda alguna, esto es un nuevo giro a la cocina creativa, cocina creativa de lata, claro está. Como no, para acompañar la cena he abierto una excelente botella de vino tinto (la única que tenía).

Pongo la mesa para dos,enciendo dos velas y sirvo vino en dos copas. Comienzo la cena con un brindis:

- ¡Por nosotros, por muchas cenas juntos!

Brindo, como siempre brindábamos cuando cenábamos cada fin de semana.

- ¿Sabes? Mañana a primera hora abandonaré la casa.

- Voy a ir corriendo hasta las afueras de la ciudad, una vez allí buscaré un sitio seguro para pasar la noche.

- Hoy estás muy guapa. Me encanta cenar contigo.

- ¿Luego?

- Luego me dirigiré hacia el cuartel militar, si hay todavía algún sitio seguro, ese tiene que ser uno.

Vuelvo a llenar las copas de vino.

- Espera, esta vez voy a brindar por tu sonrisa.

- ¿Ves? Cuando sonríes estas mas guapa todavía.

- Si. Lo tengo todo preparado. Tranquila que esta vez no se me olvida nada.

- ¿Te ha gustado la cena?

- No ha estado mal, ¿verdad? Me he tenido que apañar con lo que tenía en casa.

- La próxima vez te sorprenderé con algo que no sea de lata, te lo prometo.

Acabo de cenar y recojo la mesa, limpio los platos con un poco de papel de cocina húmedo. No quiero dejar toda la casa manga por hombro.

- Bueno, vamos a dormir.

- Un beso.

- Hasta mañana.

Falta un día para abandonar mi casa.

Día 28 - El plan

lunes, 28 de septiembre de 2009

Toda huida requiere un buen plan, trazado con esmero y hasta el último detalle. Todo plan de huida ha de tener un plan alternativo, para que en el caso que la principal vía de escape quede bloqueada, se pueda recurrir a la vía de escape alternativa. Es una lástima que mi plan sea tan pobre.

La única manera que se me ocurre salir del piso es descolgándome por el balcón. Vivo en un cuarto piso, en una finca de nueve. El salir por la puerta lo descarté a la primera de cambio. Las escaleras son muy estrechas y en el peor de los casos una de esas criaturas por abajo y otra por arriba acabarían acorralándome sin espacio para huir. Así que lo único que me queda, es descolgarme por el balcón del patio de luces. El piso tampoco tiene salida a la calle, es un piso interior, por lo que primero deberé descender por la fachada, acceder al patio interior, descender a un solar que se encuentra junto a la finca y escalar el muro para salir a la calle, donde Dios sabe lo que voy a encontrar.

Para realizar el descenso he cogido la cuerda de tender, y he fabricado una cuerda mas gruesa haciendo jirones algunas sábanas, estoy seguro de que aguantará mi peso y el de la mochila. La cuerda ya la tengo fuertemente atada a la cama. He fabricado dos cuerdas mas con ropa de cama para descender al solar y salir a la calle. Mi idea es dejar las cuerdas amarradas para poder retroceder en caso de que sea necesario.

Mi única vía de escape alternativa sería aventurarme por uno de los primeros pisos que se encuentran en el patio interior para mas tarde acceder a la calle por las escaleras, teniendo que bajar sólo un piso y no cuatro como ahora. Pero tampoco se que me podría encontrar en esa casa. Desde mi ventana no se ve nada, parece todo desierto, pero algo en mi interior me dice que no estoy solo.

A partir de mi salida a la calle, mi plan consiste en salir simple y llanamente corriendo. Quizá suene absurdo, pero por las últimas imágenes que vi de ciudades desoladas por las criaturas, las calles están llenas de vehículos parados y me sería imposible huir en uno.

Solo tengo que correr unos diez kilómetros para salir de la ciudad y buscar un sitio donde refugiarme. Mi destino final es un cuartel militar que se encuentra en una población cercana, a unos treinta kilómetros mas. Es arriesgado, lo se, pero no tengo alternativa. Sólo espero ser mas rápido que ellos.

Faltan dos días para abandonar mi casa.

Realidad

domingo, 20 de septiembre de 2009

Cuando uno toca con la mano la pared, nota que está fría, que está ahí, que es real.

Levantarse por la mañana, saludar al vecino, llegar a trabajar, hablar de lo cotidiano, encender la televisión, te indica que estás en el mundo real, en tu mundo real.

Si un día, no puedes encender la televisión, no puedes levantarte para ir a trabajar, no hay vecinos a los que saludar, no hay nadie con quien hablar. ¿Es real?. ¿Que le ha pasado a la realidad?. ¿La han cambiado por otra?. ¿Dónde está la realidad en la que vivías, en la que te sentías seguro?

Puede que todo esto no sea real, que mi realidad esté esperándome, escondida, jugando conmigo. Pero alargo la mano y toco la pared, está fría, se que es real, se que lo está está fuera esperándome es real, se que es mi nueva realidad.

Día 27 Rutina

jueves, 17 de septiembre de 2009

Me levanto cuando amanece, ya me he acostumbrado a no usar el despertador del móvil, creo que hace una semana que no hay luz eléctrica. Hay que ver lo rápido que se desmorona todo cuando no hay gente que lo sustente.

Desayuno una especie de gachas que me hago con harina, agua y miel, también me he acostumbrado a comer cosas raras y siempre frías, echo de menos las cosas caliente, la fruta, la verdura...

Empiezo a hacer mis ejercicios, no puedo correr, pero tengo que estar en forma. He montado una especie de bicicleta estática ayudándome de mi bici, dos patas metálicas de una mesa y dos sillas. Pedaleo durante dos horas.

Lo que peor llevo es el suministro de agua, solo me quedan 8 litros, es el principal motivo por el que abandono la casa. Cuando las cosas empezaron a pintar mal llené la bañera de agua, además llené todos los recipientes y latas que pude cuando me di cuenta de que tenía que permanecer encerrado en casa para sobrevivir. Del grifo a veces sale agua, pero está turbia y las cañerías hacen demasiado ruido. Bebo dos litros de agua al día, a veces tengo sed, pero también me he acostumbrado a ello.

Después de hacer bici, ando una hora por el pasillo, luego hago flexiones, abdominales y estiramientos. A veces hasta se me olvida lo que pasa ahí fuera, la rutina me ayuda a conservar la calma.

Después del ejercicio limpio mi cuerpo con una toallita higiénica, aún me quedan muchas, así no tengo que desperdiciar agua.

Vuelvo a comer, una lata de atún y un trocito de fuet. No es que tenga mucha comida, la tengo que administrar bien, pero también he de estar fuerte para huir. He reservado mis mejores manjares para mi última cena en esta casa.
Después de almorzar, reviso el equipo de la huida y repaso mentalmente y en papel todos los puntos de mi plan.

A las dos como. Un bote de judías , otra lata de atún y medio bote de tomate para freír, sin freír, claro está.

Por la tarde me siento delante de la tele, no hay ni tele, ni radio, ni electricidad. Da igual, después de comer me siento delante de la tele, es una costumbre y me siento bien haciéndolo, al rato cojo un libro y leo.

Ahora que mi propia vida es como una película de aventuras, sólo me apetece leer sobre el amor, la soledad, la muerte. Es la tercera vez que me estoy leyendo Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Ahora tengo mi propio pozo, mi casa.

Luego vuelvo a ejercitarme, pero con mi arma, el palo de la lámpara unido con el cuchillo de cocina, ensayo destrozando un sofá cama viejo, me siento un poco ridículo, no se realmente si mis ensayos van a servir de algo, pero por lo menos me familiarizo con el tamaño y peso de mi arma. También practico con el cuchillo. Vuelvo a limpiar mi cuerpo con otra toallita, mantener mi higiene me hace sentir mas humano.

Ya hace días que no escucho nada de la calle, solo el viento, la lluvia, si es que llueve o algún pajarillo, nada mas. A lo mejor esas criaturas ya están todas muertas. Ojalá. Puede que el virus que las volvió locas, o lo que quiera que causó su transformación haya consumido sus cuerpos. No lo se, por si acaso he de estar preparado.

Antes de que anochezca escribo en mi diario, luego preparo la cena, una lata de sardinas y una de maíz.

Tengo velas, linternas, pilas y mi frontal, pero no enciendo nada cuando llega la noche. Cuando se fue la luz, en algunas casas se veían luces por las noches, de velas, pero ya no. Mi instinto de conservación me dice que es mejor no encender la luz, por ahora mi instinto me ha conservado con vida.

Se hace de noche y me quedo en la cama, pienso en mi familia, en mis amigos, en mis compañeros de trabajo y en toda la gente que conozco, y me imagino por enésima vez que ha sido de ellos. Pienso si se encuentran en una situación como la mía, si han conseguido huir, o si me los voy a encontrar transformados cuando salga ahí fuera. Es extraño, en vez de ponerme mas nervioso conforme se acerca el día de mi huida, me invade una especie de tranquilidad que me relaja. Quizá en tres días más todo se acabe, quien sabe, para bien o para mal, ahora parece que tampoco importa tanto. El sueño tarda en llegar, pero llega.

Faltan tres días para abandonar mi casa.

Dia 26 Equipo

sábado, 12 de septiembre de 2009

Creo que lo tengo todo preparado. He revisado el equipo mil veces, de todos modos no tengo nada mejor que hacer.
Es difícil meter en una mochila todo lo que te va a hacer falta para sobrevivir a una infección zombi. Para empezar me tengo que apañar con lo que tengo en casa, ojalá pudiera ir a un centro comercial y surtirme de lo último en equipo de supervivencia contra zombis, pero me temo que están todos cerrados por falta de personal humano.

Afortunadamente tengo un pequeño equipo de excursionista y una noción de como hacerme una mochila. En teoría uno no debe de llevar mas del 10% de su peso corporal a la espalda. Yo peso 65 kilos con lo que no debería llevar mas de 6.5 kilos, además tengo que ser capaz de correr mas que ellos.

El equipo con el que voy a realizar mi huida consiste:
1. Equipo de llevaré puesto en mi huida.
- Zapatillas de atletismo Mizuno.
- Un par de calcetines calzoncillos de deporte.
- Unos pantalones cortos de montaña de esos que se llevan enganchadas las perneras - las perneras van en la mochila -
- Una camiseta técnica sin mangas.
- Un cinturón de lona. Al cinturón le he añadido una funda de cuchillo que he hecho yo mismo con lona de una bolsa de deporte.

2. Equipo en mochila
- Una mochila Millet de 40 litros.
- Un frontal Perltz de 40 lumens con dos juegos de pilas alcalinas.
- Una navaja multiusos.
- Un botiquín con esparadrapo, tiritas, gasas, dos vendas normales, una venda elástica, ibuprofeno, Couldina, AAS, Miolastán, omeprazol, betadine y paracetamol.
- Cinta aislante.
- Un saco de dormir de verano.
- Un bidón de aluminio y uno de plástico.
- Una fiambrera de aluminio donde poder cocinar.
- 2 pares de calcetines de correr.
- Un impermeable de membrana.
- Un forro polar.
- Otra camiseta técnica de atletismo.
- 2 pares de calzoncillos de nylon.
- Una docena de imperdibles.
- 2 agujas y un rollo de hilo blanco.
- 20 barritas de cereales.
- 2 mecheros.

3. Armas.
Como armas llevo un cuchillo de cocina grande que va metido en su funda de lona para que no me corte accidentalmente.
Una especie de lanza corta de un metro y veinte centímetros que he fabricado yo mismo con un tubo de aluminio de una lámpara de Ikea y otro cuchillo de cocina.

No ha sido fácil realizar esta elección, he dejado fuera muchas cosas.
He tenido que dejar entre otras cosas, botas de montaña impermeables, saco de dormir de invierno, mas ropa y mas comida, pero no puedo llevar peso, tengo que ser capaz de salir corriendo de la ciudad sin que ellos me alcancen.
Quizá la decisión mas arriesgada es la de no llevar apenas comida, pero tengo que conseguir mis propias fuentes de alimentos y la comida pesa demasiado. Estirando las barritas tengo para 4 o 5 jornadas.

Faltan 4 días para abandonar mi casa.

Miedo

Miedo. Supongo que hay muchos tipos de miedo. Miedo a que te abandone la persona a la que amas, miedo a sufrir una terrible enfermedad, miedo a que descubran algo malo que hiciste en el pasado o quizá miedo de quedarse sin trabajo. Es curioso, ahora todo eso no tiene importancia, se podría decir que el miedo es relativo.
Ahora tengo mucho miedo, tengo miedo a enfrentarme a una de esas criaturas, tengo miedo cuando escucho ruidos de la calle, aullidos, quejidos. Tengo miedo cuando no se escucha absolutamente nada. Pero, lo que mas miedo me da es la soledad.

Día 25 Inicio

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Hoy empiezo a dejar constancia de los acontecimientos que han arrasado la humanidad en los últimos 25 días.

No se si esto lo leerá alguien. No es que pretenda esconder esta especie de diario, mi intención es que en un futuro el presente documento sirva para poder explicar los hechos que abocaron a la actual civilización al desastre. El problema es que no se si habrá alguien capaz de leer esto.

A modo de resumen se puede decir que un ataque o infección, llamado por los medios de comunicación mas sensacionalistas "infección zombie" se ha propagado como la pólvora y ahora mismo no tengo ni idea de si existe un estado, un ejército, una policía o alguien capaz de liderar lo que quede de humanidad, si es que queda algo, claro.

Mi nombre es Anisakis, no es mi nombre real, claro está, pero ya que la civilización parece haber sucumbido y que un nuevo orden parece regir la Tierra he decidido bautizarme con un nombre de guerra, porque guerra es la palabra con la que creo que se puede calificar lo que ha sucedido y va a suceder desde el día de hoy a lo que me quede de vida.

Hoy he tomado dos decisiones, por un lado empezar este diario de viaje y por otro abandonar mi casa dentro de 5 días.