El Santuario

miércoles, 23 de junio de 2010

Nos adentramos en la montaña. Bartolomé me precedía con una antorcha y Ariel hacía de retaguardia con otra. Todo esto parece mas sacado de una película de corte medieval que de un holocausto zombi.

Andamos durante medía hora, de repente la gruta acabó en una pequeña pero robusta puerta de madera. Bartolomé empleó la base de la antorcha para dar tres golpes fuertes a la puerta y gritar su nombre.

Al poco la puerta se abrió y apareció un niño de unos 8 años.

- Hola padre.
- Hola renacuajo, ¡traemos refuerzos!

¿Refuerzos?¿Se referirá a mi? Pues vaya unos refuerzos, si hasta ahora no hecho mas que correr.

- Este es Anisakis, un joven y bravo luchador que nos ayudará a acabar con los diablos.
- Vamos Bartolomé, no empieces con tus discursos - Le interrumpió Ariel - Mas vale que te enseñe un poco todo esto. Sígueme.

Parece que se está convirtiendo en una costumbre esto de obedecer a Ariel, pero yo sin chistar, a seguirla.

Subimos por una escalera de caracol y accedimos a una nueva habitación, toda de piedra, parecía la habitación de un castillo, igualito que en 'El Nombre de la Rosa', al atravesar la habitación accedimos a un antiguo y amplio claustro.

- ¿Pero que es esto? - Le pregunté a Ariel.
- Estamos en lo que era un monasterio de clausura. Gracias a ello sigue siendo un lugar medianamente seguro y con alimentos. Los edificios principales están rodeados por un muro de tres metros y además disponemos de varios campos también vallados o tapiados que suman en total unas 10 hectáreas. Tenemos también gallinas, cabras, cerdos y hasta una yegua.
- Bueno, esto es el paraíso, aquí podemos estar hasta que pase el peligro. Esos bichos al final tendrán que morir o lo que sea aunque sea de aburrimiento ¿no?
- No es tan sencillo. Esto no es tan seguro como parece y además no son los zombis en si lo que mas nos preocupa. Pero eso ya te los explicaremos con detalle.

Ariel me enseño el resto de las instalaciones, cocinas, baños, cuadras y finalmente lo que sería mi dormitorio, una humilde habitación de novicio, pero con una cama y un colchón, un sueño hecho realidad.

- La cena se servirá en meida hora, hoy no hace falta que ayudes, descansa y presentate en el comedor, te presentaremos al resto de la congregación. - Con esto Ariel cerró la puerta y me dejó a solas.

Bueno, tumbado en una cama en espera de una cena. Esto es sin duda alguna un milagro, pensaba que ya nunca mas volvería a encontrar algo de civilización.

El viejo

miércoles, 9 de junio de 2010

- Bueno, ya hemos llegado - y lanza un sonoro silbido.

Estamos al lado de una montaña que tiene un gran precipicio de roca de pared lisa que asciende hasta unos 50 o  60 metros. La montaña queda a mi izquierda, en el resto de direcciones sólo se ven árboles de tamaño medio y poco mas.

De repente noto que algo se mueve a mi izquierda, en la pared de roca. Es una cuerda, miro hacia arriba y veo como la cuerda desaparece a mitad de pared.

- Sube - Me espeta el joven.

Yo, sin mediar palabra, empiezo a ascender apoyando los pies contra la pared para ir subiendo con la ayuda de los brazos. Cuando estoy casi al final de la cuerda veo que alguien me tiende una mano. Lo que parecía una pared lisa de roca esconde un entrante en una grieta.

- Cógeme la mano chaval! - Es una voz de un hombre mayor, algo cascada, como de carajillero.

Cojo la mano y acabo de subir, es una mano grande y fuerte, de alguien del campo.

- Hola chaval, me alegra ver una cara nueva, ¿Como te ha tratado Ariel?

¿Ariel?  Será el muchacho del arma.

- Pues regular, no se, no me ha dejado de apuntarme con el arma desde que me ha visto. ¿Tan mala pinta tengo?
- Jaja ¡que va, muchacho! - Lo que pasa es que es muy desconfiada

¿Desconfiada, es una mujer? Me giro y acaba de subir, retira el pañuelo de su cara y aparece el rostro de una joven de unos 25 años, quizá menos.

- Hola Ariel, ¿Que nos has traído hoy? - pregunta el viejo.
- Ya ves, un superviviente, o al menos eso dice.
- No le hagas mucho caso - dice el hombre - es muy desconfiada, sufrió mucho después de la plaga, y luego cuando ...
- ¡Bartolomé! No hace falta que vayas contando mi vida al primer desconocido que te encuentres por ahí.
- Vale, vale, tienes razón. Bueno, tu ya sabes nuestros nombres, pero ¿Cuál es el tuyo?
- Ahora me llamo Anisakis.
- Extraño nombre muchacho, extraño nombre. Bueno mas vale que nos pongamos en marcha. Pronto se hará de noche y es mejor estar en el Santuario. ¡Vamos!

 Desde luego desde que abandoné la ciudad no paran de pasarme cosas extrañas, por lo menos ahora no estoy solo y el viejo tiene pinta de bonachón, pero ¿que será eso del Santuario? ¿Y donde estará Rina?